En qué consiste la Disciplina Positiva

madre abrazando niños

Se trata de una nueva corriente educativa que puede ser llevada a cabo en el hogar y en el centro de estudios, tanto por los padres como por los docentes.

Su origen se remonta a los años 30, y es muy atractivo, sobre todo cuando los hijos no tienen una buena relación con la autoridad.

Lo que hay tras la Disciplina Positiva

La Disciplina Positiva (DP) encuentra su inspiración en las enseñanzas del psicoanalista europeo Alfred Adler. Jane Nelsen, doctora en psicología estadounidense ha enlazado esta teoría con el pragmatismo americano.

El método propuesto se basa en el dúo ganador firmeza/bondad, es decir, no ser ni permisivo ni autoritario, procurando enseñar a los hijos la autonomía, la confianza, el respeto mutuo, la cooperación y la autodisciplina.

El modelo antiguo

Según los especialistas, mucho depende del concepto sobre la autoridad y la conminación que exista en la sociedad a la que pertenece la familia.

En años anteriores, el modelo era vertical: los niños se sometían a los padres sin chistar, dejando prácticamente al padre toda responsabilidad de manifestar autoridad, mientras la mamá sólo se sometía al criterio masculino.

Ni permisividad, ni autoritarismo

Actualmente, tanto la sumisión como ese modelo vertical de disciplina han cambiado. Pero también ha quedado atrás el modelo de niño rey y del “prohibido prohibir”, o del “nunca decir que no”, ya que se ha evidenciado que el exceso de tolerancia impide que los niños se desarrollen adecuadamente.

La DP, por el contrario, busca enseñar al niño mediante la disciplina, indicándole cómo tomar buenas decisiones.

Firmeza/Bondad

Según la Disciplina Positiva la firmeza es necesaria para respetar el mundo adulto, mientras que la bondad se requiere para respetar el mundo infantil.

La educación no debe caer en la autoridad que no responsabiliza al niño ni en la permisividad que implica un abandono de responsabilidades por parte de éste. Ambas cualidades deben combinarse según la DP, sin ser excluyentes.

La base del apoyo

La piedra angular es el apoyo, ya que no se puede educar al niño sin éste, lo que le permite desarrollar una buena autoestima.

Bajo esta premisa, los padres pueden ver más allá del comportamiento de sus hijos, por ejemplo, si estos se niegan a realizar alguna tarea o no se ven capaces de hacerla, es porque están solicitando ayuda.

El apoyo enseña a los hijos aptitudes fundamentales para su vida y les otorga un sentido de responsabilidad social indispensable para su evolución.

El lado positivo del error

Los errores dejan de ser negativos y se consideran un medio de aprendizaje dinámico y constructivo.

En este sentido, el error se integra como parte del proceso educativo. Entonces, si el niño comete un error, en vez de castigarlo se le ayudará a encontrar la manera de resolverlo y a comprender qué ha hecho mal y por qué se trata de un error.

Todo comportamiento tiene una razón de ser

Un niño que se porta mal obedece a una carencia de lugar en su núcleo familiar, y se enfrenta a una situación que no sabe gestionar. La DP postula que un niño mal portado es en realidad un niño desanimado.

La manera de ayudarlo es preguntarse “¿Qué me quiere decir?”. Así, se buscan soluciones para colaborar con el niño en su camino a la independencia.

Las pausas

Las pausas son primordiales en la DP con el fin de reaccionar mejor frente a un mal comportamiento.

Son una herramienta para manejar la frustración, por lo que es vital tomarse tiempo para no ceder a los gritos y a los castigos indiscriminados. Esperar un poco implica contar hasta 10 y racionalizar el problema.

Este tiempo permite tomar decisiones justas y racionales si el pequeño se comporta inapropiadamente.

Limitar los castigos

Éste es un aspecto revolucionario, ya que se propone acabar con los castigos. El punto es que cuando se aplican todas las herramientas y el niño entiende la razón de ser de sus actos, el castigo deja de ser tan importante.

Esto no quiere decir que se prohíba el castigo por completo, sino que se debe ver desde un punto de vista educativo. La disciplina positiva es una disciplina que busca ante todo enseñar a los retoños.

De otro modo, el castigo sería un simple medio para “pagar” por un error, pero no una estrategia de aprendizaje.

Bajo la premisa de la DP, los padres deben preguntarse “¿Qué aptitud le falta a mi hijo para no volver a repetir esto?” “¿Qué le quiero transmitir?”.

No evitar que los niños actúen

Si realmente quieres educar a tus hijos, no es bueno hacer las cosas en su lugar, incluso cuando estés contra el tiempo o se esté agotando tu paciencia.

Es fundamental implicar a los niños en el día a día, haciéndolo partícipes de su mundo. Si les evitamos eso, les impediremos que desarrollen su autoconfianza y coartaremos su capacidad de hacer frente a imprevistos y obstáculos. Los padres deben hacer que sus hijos confíen en su potencial.

Afuera el sentimiento de culpabilidad

La Disciplina Positiva libera a los papás del sentimiento de culpa, porque los hace conscientes de que no tienen que esperar perfección.

Se trata de ser los padres que queremos ser, sin pretender ser perfectos, creando un estrecho vínculo con los hijos.

 

 


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