La personalidad del niño: según los expertos

Cómo desarrollar la personalidad del niño

El temperamento se ha conceptualizado como diferencias individuales de origen constitucional en las tendencias a expresar y experimentar las emociones y el arousal (reactividad), así como en la capacidad para autorregular la expresión de tales tendencias (autorregulación).

Tanto la reactividad como la autorregulación están influidas a lo largo del tiempo por la herencia, la maduración y la experiencia (Rothbart y Derryberry, 1981). Aunque el temperamento se considera un aspecto normal de la personalidad, incluso para aquellos individuos que puntúan en los extremos de las dimensiones temperamentales, determinadas características en la infancia se han visto asociadas con una variedad de problemas conductuales y emocionales en períodos posteriores.

Los primeros datos provienen de los estudios NYLS, donde los niños que fueron diagnosticados como difíciles por su alto nivel de actividad, pobre adaptabilidad y baja regulación emocional, tendieron a exhibir problemas de conducta en la edad preescolar (Thomas y Chess, 1977).

Posteriormente, Bates (1987), ahondando en el concepto de temperamento difícil, averiguó que diferentes formas de irritabilidad en la infancia podían conducir a diferentes problemas conductuales en la interacción madre-hijo en los años preescolares y escolares. Los niños con alto miedo tendían a mostrar problemas internalizantes tales como depresión o ansiedad, mientras que los niños con una alta ira tendían a manifestar problemas externalizantes tales como agresión o conductas disruptivas.

Más recientemente, Rothbart y colaboradores (2001) han identificado algunas dimensiones temperamentales como los precursores de algunas patologías en el período de la niñez. Así, una baja autorregulación y una alta emocionalidad negativa se han visto asociadas con la hiperactividad y los problemas atencionales.

Las tendencias agresivas se han asociado también con una baja autorregulación y una alta extraversión, y el síndrome depresivo se ha relacionado con una alta tristeza, miedo, malestar, y bajas puntuaciones en placer de alta intensidad (Rothbart, Ahadi, Hershey y Fisher, 2001).

Las características temperamentales pueden tener incluso una influencia a largo plazo sobre el ajuste socio-emocional, tal como demuestra el trabajo de Caspi (2000). En dicho trabajo, los experimentadores administraron una batería de tareas evolutivas a niños de 3 años de edad. A partir del comportamiento en dichas tareas, identificaron un conjunto de niños diagnosticados como:

  • inhibidos: esto es, cautos socialmente, miedosos y con tendencia a encontrarse incómodos ante la presencia de extraños.
  • bajo control: caracterizados como impulsivos, inquietos, negativos, con tendencia a distraerse y emocionalmente lábiles.

A la edad de 21 años, los niños inhibidos mostraron un pobre apoyo social (tal como fue medido por un autoinforme que informaba de amigos disponibles para consejo, compañía, apoyo material y emocional), mientras que los bajo control mostraron además relaciones de pareja insatisfactorias.

En ocasiones el temperamento puede tener un vínculo indirecto con el ajuste socio-emocional. Desde esta perspectiva, el temperamento podría modular la conducta mostrada por los padres, lo que a su vez influiría sobre el ajuste del niño.

 

 

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