El efecto de las “mamás estudiantes” en la sala de clases

mamá estudiante

Verónica Figueroa, Beatriz Croquevielle, Paula Cerda y María Inés de la Cerda, son todas profesionales y mayores de 45 años, pero las une algo más: son también esposas, madres y compañeras de segundo año en la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico. Las cuatro “mamás mechonas” junto a la veinteañera Camila Vega, realizaron la investigación «Cómo significa la comunidad académica el ingreso de adultas mayores de 45 a la carreara de Psicología Transpersonal, generación 2014«.

El estudio, desarrollado dentro de la asignatura de Metodología Cualitativa del profesor Ricardo Marzuca, dio cuenta de que como sociedad estamos ante un nuevo panorama. “Numerosas personas pasados los 40 años deciden darle un nuevo giro a su vida profesional e incluso podría decirse que laboral, con todas las implicancias que esto habría de acarrear”, indican las autoras.

El fenómeno, que las toca muy de cerca, fue investigado en base a entrevistas a compañeros más jóvenes y a algunos docentes. Entre los resultados del estudio, se detectó que para los jóvenes universitarios es positivo compartir con mujeres maduras, pues encuentran en ellas a personas con las cuales establecen lazos profundos y de apoyo. “Se derriban prejuicios al compartir la cotidianeidad, lo cual queda en evidencia cuando algunos de los entrevistados planteó que las adultas son más transparentes que muchos jóvenes e, incluso, más llanas y menos pudorosas en la expresión y manifestación del sí mismo”, señala el estudio.

En el análisis, se observó también que para los jóvenes entrevistados resulta significativa la presencia de compañeras adultas medias en el claustro, “tanto en los emocional, en los vínculos de apego que se observaron, como en los estándares académicos”.

Por otro lado, la investigación indica que para los adultos emergentes, el aporte va principalmente por el ámbito académico. “Hay más búsqueda de la excelencia académica, del aprovechamiento del tiempo, en la profundidad en los análisis que se logran en los auditorios en que están presentes”, destacan.

En el estudio también fue posible determinar algunos alcances en cuanto al proceso de adaptación psicosocial y espiritual de los estudiantes jóvenes frente a la presencia de compañeras de mediana edad. “Se observó que en general los primeros valoran positivamente la presencia de las señoras y su aporte al desempeño educativo y, en general, afirman que no modifican su comportamiento enfrente de ellas”, explicita el texto.

Asimismo, se observa que muchos de los entrevistados no dudan en afirmar que se ha generado una atadura afectiva entre ambos segmentos. “Este lazo se aborda desde el teórico Bowlby y se contempla como el vínculo de apego, concluyendo que entre los chiquillos y chiquillas y las señoras mayores, habría una suerte de proyección maternal en ambos sentidos, encontrando los chicos y chicas apoyo y consejo en las adultas en determinadas situaciones”, constata.

Otros de los hallazgos significativos de esta exploración fue comprender también la percepción de algunos docentes y de las autoridades de la carrera, representados por la coordinadora académica. “Permitió asegurar que la presencia de adultas mayores en la sala de pregrado genera impacto y trae consigo consecuencias tanto para los estudiantes jóvenes como para los docentes, que influyen en el clima de la cátedra y también en la exigencia académica que se produce”, precisa.

Además, se infiere que para los docentes la participación de estudiantes de mediana edad en la academia genera implicancias, pues destacan que “para ellos entraña un desafío enfrentarse a un auditorio compuesto en su mayoría por personas que recién dejan la adolescencia y por mujeres más cercanas a la tercera edad que a la adultez joven, muchas de ellas ya profesionales y con años de trayectoria profesional”.

El lado gris

Sin embargo, no todo es tan positivo. “Algunos jóvenes son críticos a la hora de evaluar esta presencia, y ello se ve cuando mencionan que suelen hartarse de la cantidad de preguntas que generan las mayores en la sala y la censura a la actitud hostil que en ocasiones se genera por parte de las ‘mamás mechonas’ hacia los profesores. No son tampoco indemnes a la hora de señalar que en ocasiones los profesores presentan ciertas diferencias en el trato hacia las adultas maduras”, plantea el estudio.

De acuerdo a las opiniones vertidas por los entrevistados, es posible observar además el contraste y lo disímil de las etapas de desarrollo en las que se encuentran ambos grupos. “En la segunda mitad de la vida se produce un vuelco hacia el interior y se toma contacto con la sombra, lo que es percibido por los muchachos y muchachas cuando observan en las adultas la carencia de máscaras, la transparencia y seguridad en el ser y comportarse; aunque les enrostran la agresividad con que en ciertas instancias defienden sus puntos”, indica el trabajo.

Para las “mamás mechonas”, esta experiencia investigativa en pregrado es algo que se agradece, ya que comentan que estudios así abren la posibilidad de impulsar a integración real de jóvenes con adultos que se atreven a emprender estudios en etapas más avanzadas de la vida.

 


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