Un restaurante de Roma prohíbe la entrada a niños menores de cinco años

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Lo dice con orgullo y sin esconderse. «Aquí los niños no son bienvenidos» afirma Marco Magliozzi, que en la puerta de su restaurante en el norte de Roma, La Fraschetta del Pesce, ha colgado un cartel con los símbolos de prohibido bebés y carritos, y una breve explicación en la que deja claro que en su establecimiento los menores de cinco años son personas no gratas.

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«En realidad el problema no son los niños, sino los padres que no saben educarlos», asegura el restaurador, que es el primero de la capital italiana que ha tomado una medida tan drástica. «Los niños no comen pescado, y un adulto se puede gastar aquí hasta cien euros», añade refiriéndose a su restaurante, especializado en pescado fresco y decorado con motivos marinos.

Así que él lo tiene claro: que los niños se vayan a comer a otra parte, que restaurantes en Roma hay muchos. Él no los necesita para nada. La decisión de Marco ha dado mucho que hablar en los medios de comunicación italianos. ¿Pero cómo es posible que pueda tratar a los niños como si fueran perros?, se quejan algunos.

Otros consideran que el restaurador puede hacer lo que desee, pues para algo el establecimiento es suyo. Marco insiste en que él no tiene nada contra los niños y que incluso le gustan. Para demostrarlo, enseña a esta periodista una fotografía que tiene en su teléfono móvil en la que aparece posando ante la cámara con un niño de pocos meses que, asegura, es su nieto. Pero una cosa es eso, y otra, afirma, lo que él se ha encontrado en su establecimiento. «Aquello más que un restaurante parecía un patio de colegio», declara. «La mamá se pone a hablar con la amiga mientras el niño corre de punta a punta del restaurante, sin que le diga nada. Otro está en el lavabo tirando por tierra todo el papel. Un niño más tira trozos de pan a la mesa de al lado. ¡Y los padres no les llaman la atención!», exclama. «¿Se la voy a llamar yo?». Así que por eso ha puesto el cartel, argumenta.»Sé que hay niños que se comportan bien, pero yo no puedo decir ‘tú entras porque eres bueno, y tú no, porque eres malo’. Así que no entra ninguno y sanseacabó», resuelve.

Los menores no bienvenidos en el restaurante son los niños hasta cinco años. «Se supone que, a partir de los seis, a un niño ya se le puede hacer razonar, y si se le dice que se esté quieto, se estará», justifica así el restaurador haber fijado una edad, aunque reconoce que eso también es muy relativo. ¿Y los bebés? ¿Qué molestia causan? En este caso, Marco explica que se trata de una cuestión de espacio.

Según dice, hoy en día los carritos para bebés son enormes. «Una noche se me presentan diez carritos y me llenan el restaurante», se queja, aunque su establecimiento no es nada pequeño. Tiene capacidad para unos ciento veinte comensales. Sea como sea, de lo que no hay duda es que a Marco el negocio le va viento en popa y a toda vela. De lo contrario, no pondría tantas pegas a la hora de seleccionar su clientela.


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